Una vez quise saber por qué hago imágenes, conocer el porqué de las más bellas figuras que me fabrico a diario, las ilusiones. Egoístamente pensé que era para pintarme mentalmente, como alguien que quiere ser exhibible. Para que mucha gente me admire, o por lo menos uno, precisamente, una, me admire como el Monoliso que pretendía ser, y se olvide del Grito de Munch que fui. Sí, un Monoliso, para sonreírte de ladito, y que me admires como un ser misterioso. Que escribas sobre mí. Que se llame el “El código De Marco”, el que a su voluntad se dibujó a sí mismo como un ser encriptado, y que disfrazó un código religioso para ti, que supongo entendiste a la perfección. Torpemente, así lo creí.
Decidí pintar estas imágenes en un lienzo pequeño. Mientras lo hacía, por la ventana vi que te alejabas por un sendero de flores. Entendí que te ibas.
Con serenidad miré el egoísmo plasmado en el lienzo que tenía en frente, y era un espejo. En él, muy versátil por cierto, quise redefinir mi figura para que no te me vayas, y pues, a pesar de trasformar mi propia imagen no logré que te quedaras, como iba a lograrlo si no fui tras de ti, si no estabas allí para verme pintar, para que te asomases y nos viésemos juntos. Para que juntos dibujásemos algo...
-Quise hacer imágenes mías y luego regalártelas, sin preguntarte si te gusta verme tan irreal, olvidando lo que te gustaba, en realidad. Ahora puedes tomarme como un botarate más, uno inflado por el pincel de Botero- en dirección a la ventana, te dije despacito.
No podría ir tras de ti, no así –pensé– No hasta que me lograse pintar bien. pues no quería herirte con esas punzantes formas egoístas. Entonces vi de nuevo el maldito cuadro en donde estaba pintando esas pastosas ilusiones, ese reflejo oscuro, y el espejo se comenzó a enturbiar con mi aliento, con mis palabras demás.
Ahí me percaté que había algo raro, un lienzo sobre el que uno pinta no refleja la imagen de uno mismo, mucho menos uno podría modificar su forma en un espejo, como si de acuarelas u óleos se tratase. Las texturas, el brillo, la superficie, el espejo-lienzo me reflejaba tan burdo, con exceso de pintura, y cuando me movía de ladito, mi perfil de mentiroso... Sin duda acaba de percatarme de algo extraordinario frente a mí, algo mágico.... Algo que de inmediato se me olvidó cuando el reloj trinó. Se me acababa el tiempo como pensar en esas bobadas, tu estarías mas lejos, te estabas yendo y no podría ir tras tuyo si antes no había redefinido esa grotesca y egoísta imagen del espejo-lienzo. Errante comencé a pintar.
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