10.5.09

Una moneda por la ventana

Este cuarto está desamoblado siempre. Tiene las paredes blancas y un ventanal amplio con balcón, al lado la gran argolla con una ventana cuadrada al medio; un capricho del arquitecto. así es en todo el hotel; es el mismo cuarto repetido muchísimas veces, y siempre se ve igual, sea cual sea, y en cualquier piso, desde cualquier posición, es el mismo cuarto; incluso los que ya están habitados, con distintas decoraciones y colores, por más extravagantes que sean sus dueños, tienen el mismo cuarto.

Y los tienes que llevar siempre ah: A los clientes a sus cuartos.

Toca la puerta. ¡Servicio! Y entras a hacer lo de siempre. ¡¿Cuándo sucederá algo diferente acá?! Siempre se están drogando, o alguien se muere. La otra vez violaron a una chica y quisieron quemar su cuerpo. Era un mafioso hábil, había venido a robarnos acá varias veces hasta que se dio cuenta de que como aliados nos tenía mejor. Se acostumbró a venir acá: mala suerte para el tipo, entrar acá no es bueno. Así que ten presente eso ah, ya que estás acá, solo te queda tratar de encontrar a alguien para instruirlo y luego largarte de aquí.

A veces he tenido que ayudar a cercenar cuerpos. Es ya casi parte de tu oficio; como el hotel está en esta parte de la ciudad, muchos mafiosos terminan a sus víctimas en los últimos pisos. Trata de subir y bajar corriendo todos los pisos que hay, tal vez sea lo único que te emocione, que te haga salir un rato del tedio y aburrimiento de este lugar, de este círculo vicioso.

Ambos recorrían el hotel entre repentinos estruendos y silencios escalofriantes, que extrañamente relajaban al aprendiz. Todos se mueven en el suelo ajedrezado, entre el bien, el mal, entre atacar, y defender, y estar indiferentes como fichas ya comidas, como el ajedrez. La vida se muere.

Piso 12 habitación 1223. Abre un viejo barrigón; no he pedido servicio, dice. Señor, aquí tiene un regalo de parte del hotel, este pequeño vino de cortesía, y unos bocadillos. Ah, gracias, el bigote le baila al ritmo de la voz engolada. El tipo se hurga los pantalones y aprovecha para cerrarse la bragueta. Saca una moneda rara, es circular como las que usamos en esta ciudad, pero tiene una cuadradito al medio, es como las ventanas -ese capricho arquitectónico- incluso, es idéntica.
Pienso en todo este lugar, en los días en que parece que no sucede nada, en la gente: muriendo, jodiendo, haciendo planes benéficos y en la vida que se repite en cuartos igualitos, todos decorados de forma diferente, limpios y sucios, algunos habitados por mucho tiempo, otros por unas horas; tanta variedad y resulta que todos son idénticos. Y la gente como fichas en un ajedrez moviéndose entre el bien y el mal, en la infinita variedad de las conductas humanas. Infinito repetido. Vivir tanta variedad repetida infinitamente, ...y... ¡y me pagan con una moneda inservible!
!Ves! Este es el sorpresivo hotel en el que trabajarás, aprendiz. Este hotel… del que me quiero salir ¡ya! ¿Señor puede retirar de la cama a la puta esa? Y antes que responda ya estoy corriendo hacia la cama; arriba de la cabecera de la cama está la ventana cuadrada de la pared en forma de moneda; y me impulso, y el vidrio se rompe: la humanidad se me cae repentinamente, y siento algo ligeramente distinto. Mientras caigo, veo todas las monedas de la fachada repitiéndose en todos los pisos. Hasta esto se repite.

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