13.6.11

Corral

¿Tengo que pinchar mis ideas con la punta del lápiz? ¿Hay que incrustarlas necesariamente contra el papel? Ahora tengo una agarrada del pescuezo, y me siento extraño; ¿y si la dejo correr? ¿Huir?

Hoy tengo muchas ganas de relatar. Y mucho de que. Es un cacareo en mi cabeza que me detiene con un bloc en la mano, de pleno, en la vereda del distrito por el que estoy andando hace un rato, bello por cierto, lleno de plantas que seguro reciben la arbolicure cada tanto.

De pronto me he parado en seco, y mis pensamientos como gallinas que saben que las dejaré sin compañera se corren de mi lápiz estático a milímetros del blanco. Estoy como en un corral.

“Los edificios, las plantas por todos lados, el cuadrado de la vereda que me encierra cuando miro debajo de la libreta, las grietas en los bordes del asfalto me cuentan su reposada rutina en el sibilante casi silencio de la calle”. No le atino a ninguna carajo, y la que tengo en la mano se retuerce –no sé por qué– y yo la sigo zurciendo a la hoja con furia, mientras más palabras mejor, mientras más te muevas más te acuchillo con el lápiz. Hasta que me doy cuenta lo fea que estás.

Ahora mismo, siento que podría matarla si le atravieso el corazón. Terminar de destruirla.

Aquí corro. Aunque realmente quisiera escribir, pero tengo que decidir por una de las dos. Y si tomo un carro. Huir.

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