14.2.12
Como si fuera un zafari, se mira en el espejo, se inspecciona, se busca en los reflejos de sus ojos, se da cuenta del descontrol de sus sentidos. Que corren. De sus ganas de mirar color, de compartir su lengua, de armonizar el ruido, delicado de los dedos en la loza, de palpar sus recuerdos, el rubor de esa sonrisa, y el delineado de los ojos, bajar por las mejillas, como si estuviera descubriendo algo, entregarse al aroma, de la noche en un mar, en una sonrisa dedlicada, recordar que eso mece, que la tranquilidad no se merece quietud perpetua, que podría hacer salud mirando aquellos ojos, enmarcados en rojo, y enredarse en los ondeados cabellos del aire. Se mira como nunca, como si fuera nuevo, con ganas de reposar su frente, de abrazar, de ser valiente, y agarrar un par de ocurrencias y ponerse a actuar. Se ve entero. Sus ganas de correr, de alzar los brazos, y embadurnarse de color y encharcarse en esa inteligencia, tan atrevida, tan divertida. Hace un par trazos, el vidrio con vapor de su boca, le quita la bruma, le arroja su propia mirada. Quisiera jugar repentinamente. Y cazar sus pensamientos. Para pintarlos de verde. De rojo. De azul. De amarillo. Pintarlos con luz, y que las sonrisas expandan su diafragma y fotografíen con sonido de risa. Se mira nuevamente, tiene felicidad... una extraña felicidad.
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