Mi mirada divaga. Me encuentro sentado en un sillón, envuelto en frazadas, despanzurrado, sin remedio, con los párpados tiritando, y con los ojos entrecerrados. Hace un rato veía burbujitas de luz difuminadas que se expandían y se contraían con una cadencia peculiar. Me concentré en el ojo derecho, la velocidad con la que la membrana temblaba era extraña, no permitía pasar a las imágenes, sólo filtraba esas extrañas burbujas que me obsesionaban. En fin, la fiebre subía y la lectura que había comenzado veinte minutos antes ya no tenía espacio en mi recuerdo. Decidí con firmeza recobrarme de ese estado tan cagado, levantarme y escribir. Tal vez es la única manera de cargar con mi propio cuerpo, de olvidar el vértigo en mi tórax que me aprieta las costillas y me impide cazar todas esas ideas libres que brotan sin cesar de mi cabeza y que merecen castigo inmediato, ser encerradas en cárceles de papel. Imágenes que con insolencia me quieren avergonzar interiormente, se burlan de mi incapacidad para atraparlas, me llaman inútil, demuestran su grandeza y mi deplorable estado, se hacen magníficas a sí mismas. Es horrendo escuchar tanta soberbia que brota de mí, y ser consciente de ello. Pero así son ese tipo de pensamientos, se consideran especiales, libres y hasta artistas, qué sé yo, tal vez sí lo sean, mi trabajo era callarlas, pues esta fiebre las avienta hacia mí con efervescencia. Son muchas, imbatibles.
Excúsenme un momento, voy al baño a botar esa masa líquida que no puedo tragar, que esta pintada con un poco de 'asceptil rojo', y que atormenta con hincones mi garganta. De pasada vigilaré a mis hermanos menores, para cerciorar si están atentos a mí y mis desvaríos. No me quiero morir.
Ah… Sigo en el mismo estado, mi endeble cuerpo apenas puede mantenerse sentado –espero puedan creerme, escribo esto en medio de una ineluctable situación febril-. Y, si puedo escribir es porque, muy extrañamente, esta fiebre ha revuelto mi cabeza, como si de mis cajones de ropa se estuviesen escapando mis calzoncillos con dibujitos de la primaria, y tener tanto en mente me aturde, pero creo que puedo organizar un poco esto, aunque no sepamos bien de que estoy hablando. Esto es algo así como un sueño lisérgico, y no sé que es eso.
Por otro lado, me he dado cuenta que las ideas que en mí brotan, evolucionan peculiarmente. Cuando estuve escupiendo al water, pensé en éste y su ‘abnegada’ (no encontré otra palabra, en realidad ésa salto a mi mente, debe ser por algo) labor. Él recibe nuestros desechos, los traga y representa limpieza, ¿Cómo se sentirá?, por un momento lo amé con hilaridad, y es que a estas alturas, amar y querer llegan a equipararse, y mi hilaridad puede confundirse con vesania. Aunque mi risas duelan en cada vértebra y el termómetro se haya desmedido junto al estado de mis emociones. Ahora parezco en estado etílico, pero yo quiero estar sobrio.
Me fui a orinar al water (a dos metros de mi cuarto, muchos pasos con las manos apoyadas en lo que parezca estable –el gato parece estable, pero no lo es-), y cuando regresé, me di cuenta que, como lo había amado, lo había olvidado, con el mismo frenesí alcohólico – me refiero a ese maldito y blancuzco retrete-. Es difícil discernir en esta condición al culpable de este texto, y siguiendo con mi tradición, con argumentos más extraños que de costumbre, culparé a esas volátiles, tormentosas, extrañas, y en esta ocasión, febriles ideas que solo atinan a joder y hacerse presentes, como si quisieran ser atrapadas, para luego, correr despavoridas ante mi vehemente decisión de atraparlas, sacarles la conchesumare y dejarlas aún mas moribundas que yo, ahora.
Porque, así como son de volátiles, saltando de nube en luna y de luna en nube, son atrayentes al extremo de desconcertar mi desconcentrada mirada, y simular en mí esos saltos magníficos y extraterrestres. Salto con ellas con la intención de atraparlas, lo cual me llevas por mundos distintos, casi mágicos. Ideas malditas, me sacan de la realidad y me llevan por variados caminos. Me captura la idea de capturarlas, y brinco tan lejos como ellas, pero de párrafos en temas y de temas en párrafos.
Parezco ebrio, estoy sedado, no sé, pero tengo alguna sustancia de farmacia que me tiene torpe. Sin embargo, siento la necesidad de enseñarles a cazar esas ideas, es difícil, por lo menos para alguien que tiene fiebre. Primero, creo que es necesario tener la febril decisión de atrapar si quiera una, para luego como trofeo de guerra, aún viva, colgarla de tu lengua y vanagloriarte de tu hazaña. Es menester, para que la idea se mantenga en tu lengua, que antes la hagas tangible en una cárcel –papel, una pared, una computadora... yo las atrapé con los algodones, despabilados, con los que hice algunas formas. Por alguna razón se escaparon de esa cárcel-, la calidad de la cárcel no importa, tal vez más adelante la debas transferir a otra de más seguridad -y meterle unos cuantos salivosos pollitos, en alguna conversación con amigos, como si estuvieses puliendo una escultura-. Esclavizar en este caso, sí es válido.
¿Como la encarcelas? Creo que es sencillo en teoría, sólo debes poseer armas y técnicas más letales de las que estás acostumbrado a usar. Me explico. En esta lucha, deben ser las más certeras, para cazarla de un tiro. Debes persistir mucho a pesar de que al inicio sólo caces éter y pedacitos de ‘pierna de idea’ – dándole antropomorfismo a esas deidades llamadas ideas, como en los inicios del hombre –. Además, caza una por una, no importa que las demás jodan, esas pendejas se protegen así, distrayéndote.
Me toco la frente, la fiebre ya no es novedosa. En eso, “Lucidez” regresa en un caballo blanco, como en una película épica. Pero las centelleantes ideas que revolotean tras ella, la hacen tropezar impidiéndole que termine con el malévolo juego. Cada vez son más y no escatiman ante la pérdida de sus ideas amigas, que voy cazando. Como en una guerra, sin importarles las vidas de las suyas, las ideas esperan a que yo sea quien capitule y me deje atormentar, tal vez eso suceda, espero que no. Sin embargo, 'Lucidez', que es mi amiga, ya casi derrotada me entrega un amuleto. Me vigorizo, pero Lucidez ya no está. Este amuleto tiene la imagen de una chica, espléndida, de cabello ondulado, castaño al igual que sus ojos, tez clara, rostro sonrosado, y unos cachetes con el volumen de grandes rosas, que crean una ilusión espectacular y le dan un relieve impactante. Tiene una sonrisa sinuosa, al igual que su mirada, tan hermosa y tan críptica. Sus grandes ojos no se posan en nada, mientras la observo - como de costumbre, ella es una droga milagrosa – siento que lo sabe, que sus ojos logran captar mi mirada. Es inefable, pero intentaré describir el aura que ella irradia – creo que para mí, detallar aquel halo imperceptible, es mucho más que dificultoso- es incoloro, pero deslumbrante. Sus aires de intelectual, artista, - Uy, esta idea se me escapó, maldita, cazaré más-, es única… Tiemblo. Lucidez me dice que me deje llevar, y vuelve a desaparecer. Sin Lucidez a mi costado, vuelvo a luchar por mi vida contra las, ahora demoníacas, ideas que están en ebullición por la fiebre no aplacada. Estas han tomado mi amuleto, aprovechando que yo descuartizaba a una de ellas. Lo cargan, lo multiplican, y la hacen monstruosa. La elevan hasta el techo, cerca al foco, lejísimos, tanto que mirarla deformarse con tanta luz me hace llorar de la nada. Nada queda de repente.
Siempre cargue amuletos, pero nunca fue el mismo, se me han ido cayendo en batallas que no libre -por huir rápido- por eso me decido a conservar éste. Aunque tenga que subir hasta ese foco y romperlo. Me pongo a pensar en los cuadros de Dalí, y cómo me encantaría pintar algunos similares en honor a mi 'Gala'.
Mi mirada salta de cosa en cosa. Se enfoca en mi interior, en ese cuadro celestial de ideas revoloteando como vampiros despavoridos, y pienso: ¿Cómo esas ideas libres, volátiles, antropomorfas y a la vez amorfas o tal vez multiformes, pueden crear mundos con ese potencial inaudito? Espero algún día dejar de bregar con ellas, y que ellas pasen a combatir prestamente junto a mí, es decir atraparlas, domarlas y someterlas con furia. Y ser Nerón y quemar mi mente, su ciudad, para que mueran. Y darles pasto fresco. Y a pesar de que el cuerpo me quema, me muero de frío. Necesito más frazadas.
Me siento limitado en ese juego tembloroso. En zozobra. Harto de sentir el agobio de esas ideas incapturables, comienzo a pensar que yo soy el objetivo, que soy una idea más y que estoy revoloteando alrededor de alguien, contribuyendo a que se confunda más. Veo mis alitas de hada ideal, mi rostro endiablado, y todo yo zumbo sin remedio. Joder a alguien y no dejarse atrapar. Comienza a divagar.
(Texto desenterrado del centro de la tierra que se escurrió por el blancuzco water, hace mucho. Ridículo es decirlo, pero sí fue fiebre. Muy alta)
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