21.11.11

Encuento

Las cosas a su lugar, pensó. Era muy ordenada para ser ilustradora. Al menos, del grupo de ilustradores desparpajados que eran sus amigos, ella siempre guardaba las maneras. Vestía con pulcritud, ropa planchada que parecía siempre nueva, olía muy bien, y llamaba a la gente de usted.

- Lo más intrigante es que usted, el que escribe sobre mí, ese que se detiene y deja que parpadee el cursor unos segundos y continua tecleando, me comentó que de chico también llamaba de usted a todas las personas. De hecho, a usted le fastidiaba tutear a la gente. Eso deberían saberlo quienes te lean. Sí, ustedes, lectores. Y si les parece raro que hable de quien escribe es por falta de honestidad. Seamos conscientes que hay personas que leen y personas que escriben, así como personas que dibujan y personas que ven. Son roles, que aunque la obra sea lo que usualmente tome mayor importancia, existen. Entonces, ¡aquí! hay alguien que escribe; y ustedes no lo conocen realmente. Podría decir que yo tampoco. No realmente. Es un joven complicado. Pero sucede algo curioso. La otra vez le hice el reto de hablarle 'de usted' a las personas por todo un día. A cambio, yo ese día también tuve mi reto. Le rodeé el brazo y fuimos a preguntar por algo de comida a un mostrador, y luego a un bar a oír música. Ese día me dijo que se sintió raro no tuteando a las personas.

Mientras ella continuaba con el rito de limpiar su habitación, oía música como de costumbre. El reproductor de su computadora llenaba la barrita de volumen y llenaba su oídos y su corazón y la hacía bailar con los ojos cerrados y los brazos extendidos. De ratos le hablaba a la persona que escribe sobre ella en este momento. Siendo rigurosos, le escribía por Internet, por Messenger. Le dibujaba caritas con su lapicero digital. También le comentaba de algunos dibujos y le pedía su opinión. Entonces ella recordó los dibujos que hizo el día que se retaron. Aquella tarde el reto de él había sido llamar a la gente 'de usted'. El reto de ella, él lo había pensado muy bien; y consistía en irrumpir en las personas. En romper ese espacio figurativo que ella le daba a la gente cada vez que decía 'usted'. Él pensaba que para eso tenía que hablarles a las personas directamente. Y no sólo bastaba hablarles tuteando, ni de imperativamente. Esas solo eran cuestiones de forma. Tenía que decirle a la gente lo que ella pensaba que ellos deseaban. Ese era el reto.

- Y sí que se pasó ah. Usted se aprovechó que yo hice el reto primero para ponerme el juego complicado. Lo cierto es que me gustó la idea de imaginar lo que la gente deseaba. Hice los dibujos y se los entregaba a la gente seleccionada por usted. Curioso que sea tan mandón, pero eso no le quitaba lo divertido. Usted ponía unos versos en el papel, ahora que recuerdo. Casi todos iniciaban con su frase: "Este es un cadáver exquisito, o lo que cuatro ojos piensan que usted desea : " Y le dije, no le van a comprender eso de cadáver exquisito. Y usted, ¡que gugleen!

Echada en su cama pensó en cuál sería el destino de sus dibujos. En el messenger, una ventanita naranja brillaba. Ella sabía que era la respuesta a su pregunta. ¿Qué piensa usted del destino de los dibujos de los deseos de las personas? ¿Qué será de esas personas? Había tardado ese parpadeo naranja, pero había llegado. Realmente era una pregunta complicada, pensó ella. Se ladeó y agarró su almohada. El que escribía en el messenger, había llenado la pantallita con una respuesta metafórica y larga, como le gustaban a ambos. A manera de reciprocidad le había dejado un par de interrogantes. Pero ella no contestó. Entonces, él, aburrido, se puso a escribir. Sobre ella. Al inicio pensó escribir sobre lo que ella podría estar deseando, pero le pareció complicado. Ella es una chica complicada. Lo más seguro era hacer un cuento sobre lo que podía estar haciendo.

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