Llueve. Estoy descalzo, con los pies ateridos intentando moverlos de rato en rato para no dejar de sentirlos. El frío, siento que lo soporto, y no sé si así debería ser. También, hace mucho estaba soportando varias historias, y tampoco sé si así debería ser. Y cada vez hay más historias, muchas más. Pero ahora, aunque no haya un sol radiante como otros días que provocaba ponerse quimboso y escribir feliz, hay algo de esta lluvia que está haciendo que se desprenda de mí una imagen.
Es la imagen de un niño gigante que caminaba en la oscuridad y la neblina intentando explicarse qué era lo que lo hacía tropezar. Su curiosidad lo desbordaba, su agilidad lo llevaba por sitios insólitos, quería conocer mucho y amar, pero a su modo. Siempre fue a su modo. Y eso es lo que hacía que nadie lo entienda, porque nadie preguntaba. Sus modos tenían una arquitectura muy trabajada. Él quería mostrar eso, que le parecía bello. Pero la mayoría lo pasaba como se pasa un edificio bello, sin considerar el esfuerzo de las manos que lo hicieron y las mentes en donde se construyeron primero.
Él me dijo hace poco que se cansó de tratar de mirar todo a la luz de la razón. Entonces aprendí de él. Qué feo era caminar en la incertidumbre y preguntar siempre el porqué. He caminado ya desde hace mucho en la oscuridad, dejando de lado muchas interrogantes y explicaciones, que aunque quisiera saber ya no les tomaría mucha importancia.
Caminar en la oscuridad, en el desconcierto, en la torpeza no es mejor. Tener un orden propio, un universo, un lenguaje, es riquísimo. Lo que pasa es que no todas las personas caminan así y no sería bueno pretender que caminen como uno. Es por eso que, como al niño gigante, ya no me importa ser comprendido. Mucho menos como uno quisiera ser entendido. No se puede meter a muchas personas al mundo interior. Lo que creo que sí se puede, es permitir que ellos lo miren, y si pueden intenten entrar por su propia cuenta. "Es difìcil, siempre lo será. No quisiera despejarme de las dudas, porque crecen de mí, siempre. Lo que no quiero es que eso me impida caminar por la oscuridad y la neblina cuando la haya", le dije al niño gigante, que ahora debe estar andando por las rocas y las nubes, por planetas sonrientes, lejanos fríos y candentes. Ese niño dibuja poesía. A veces, cuando no se da cuenta de las cosas, me pide dudas prestadas. Ahora le regalaré una (espero que no me devuelva nada, siempre me quiere devolver sus ideas): si se me congelan los pies, ¿de verdad los querrías hacer raspadilla?, y qué hago si quiero pintar, si quiero trepar y por circunstancias no puedo.
De pasada, la duda la regalo a quien quiera llevarla consigo.
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