Lo que a ellos siempre ha gustado es que uno sepa de esas cosas
de arte música y clases de rosas
que sorprenda con alguna historia
de una musa enfundada de arte
de un amarte sin escorias, y en óleo empastado
por algún bigotón adornado. O un prístino poeta que andaría,
en estos tiempos, evitando cualquier conversación de arte por dar un beso en una cacerola,
evitando cualquier apariencia de musa, de arte, por alguna intrusa que mandil en muslos
entre en su vida
con su voz cantada en tímidas semifusas, que por ahí articulen una petición de
qué-es-lo-que-quie-re
ser
vir
se,
ñor?
Y resulta incómodo esa aureola de santidad artística que se la da a unos humanos que solo querían una aréola para chupar,
una delicia para acomodar la cabeza, para pasar los dedos y tocar
las fuentes que amamantaron todas las lenguas,
que siempre se han leído con los ojos cerrados,
el braille de las sensaciones a mano.
Ando en rojo, subestimado. He jalado esos exámenes de saber mucho y decir más. Lo bueno es que siempre aprendo, pero como estúpido.
A pesar de eso hay amigos buenos que me enseñan cosas sorprendentes. No tendría mucho que enseñar yo. Disfruto como estúpido el momento.
Repito-como-siempre-estúpido,
mientras me alimento. de lo que pienso. de lo que vivo veo y siento.
Y de repente me olvido. Entonces tengo que recordar.
Yo me deduzco por los latidos que se quedan en los colchones. Esos latidos de vergüenza que se hunden
cuando no sé algo. Y que reflotan cuando algo sé. Entonces, me doy cuenta que no sirvo para esas cosas de saber. Es que
no siempre sé
es que, de repente no soy muy demodé,
como quisieran que sea,
y a veces, no me gusta mantenerme al margen,
pero a veces sí.
Y es brutal, sus preferencias, de ellos me refiero;
en esos momentos en los que uno no prefiere, justamente,
hablar de arte, no señor
al contrario,
hacer de la conversación,
una pieza invaluable, un artefacto para que juegue algún descosido
que guste de reír repetidamente con pedacitos de vida.
Pero dale, tírenme al trigo, soy una mula, ¿qué puedo agregar?
Aún así, podríamos dar un paseo por el campo, garantizo buenos paseos,
sobre mis cuatro extremidades y un pene vigoroso que pendula y no necesita menciones,
el hacer satisface más, porque uno se sube al vehículo de sus palabras.
Solo
esta mula
se harta
y galopa.
Yo también quería hablar y a veces me he pasado
de mula a burro
y de aburrido a aasnado,
he pasado a ser ganado
a estar perdido y haber arrastrado a comer graznidos a mis amigos
cosas que de seguro los han aletargado.
Todas las conversaciones deberían tener un momento patas arriba,
y figurarse que uno anda por las nubes
y sí,
no sabe nada.
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