3.8.12

Paseo

Paseo familiar: joder a los hermanos como tarea de la tarde. La señora que vende manzanas acarameladas se regresa con 4 palos llenos de clavitos vacíos; toda una sado-mado de la dulzura, esa gorda. Un señor con cara de pajero le mira el culo a una peluquera descuajaringada, ¡pero qué culito señor! se nota que usted se pasa la vida mirándolos. El panadero que vende pastelitos en su triciclo charla amenamente sobre los rumores de la tecnología que le llegan por su hijo universitario que consume drogas sin que él lo sepa. Su interlocutor tiene cara de asaltante y lo escucha mirando a la gente que pasa. No es que yo todo lo sepa, vamos, pero soy muy deductivo; sobre todo ahora que estoy hiperactivo y me contengo las ganas para no dibujar caricaturas obscenas en las paredes desnudas de estas calles pobladas de seres con vidas fantásticas. Y me gusta dibujar sobre calatas. Por último, seguimos avanzando hacia la plaza donde recuerdo haber estado borracho incontables ocasiones. Los museos a la mierda papá, nosotros queremos quedarnos con nuestra ignorancia. Bueno, yo quiero ir a cagar a mi water, ese pollito me ha caído pesado. Caminamos. Me pregunto si el señor que proclama conocimiento en la plaza también habría tenido educación exclusivamente oral. Y qué pasaría si se pusiera a conversar con uno de los señores de ese enigmático balcón que se pavonea opulento haciendo que sea requisito que todos sus habitantes utilicen copas de vino para mirar indiferentes lo que los rodea. ¡Cuántas vidas pintorescas carajo! Y yo de pronto me pongo a pensar en una vida en particular, bastante elemental y parecida a la de muchas que conozco. Y me jode, no debería. Tengo tantas ganas de pintar de nuevo, estoy sensible a los colores de la vida.

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