24.5.12

Ventanas

Si las personas apreciaran las ventanas como cuadros y les dejasen una mirada puntillosa cada mañana; entonces en nuestros desayunos tendríamos más leche derramada. Podríamos llorar sobre esa leche. Y comenzar un día cargado de emoción que se iría intensificando cuando nos sorprendamos que llegar tarde se siente bien si al jefe también le pasa, y a toda la oficina completa.

Habría un sentimiento particular cuando todos se junten de nuevo frente a la ventana a contemplar. La del octavo piso ofrece una visión exquisita, por ella se ve a lontananza la vida de la ciudad y una luz que remarca los filos de todas esas míseras casas que miran aburridamente el mar imposibilitadas de suicidarse.

Si se mirasen como cuadros las ventanas, los suicidas serían más felices sabiendo que lo hacen por el arte. Los gatos reposarían su vanidad en los vanos de las ventanas con orgullo, como siempre lo hicieron, solo que sabiendo que su tarea de toda la vida por fin es reconocida.

Aquel día las personas pobres diseñarán ventanas artesanales rompiendo con pico y comba espacios rectangulares en las paredes de sus salas. Muchos se encontrarán con los vecinos del costado, y apreciarán con autosatisfacción mutua esas sonrisas que los miran, sintiendo que han hecho un buen trabajo.

Las personas visitarán ventanas de casas paupérrimas para darse cuenta de la miseria de algunos lugares, y derramarán una lágrima pensando que las cosas no deberían cambiar en esa localidad. Que matar el arte es una ofensa para todos los que aprecian el paisaje. Que el arte es hermoso, porque nos llena de sensaciones, y esa destrucción, suciedad y miseria es un reflejo de nuestra alma, y hay que conservarla tal cual. Seguro que algún gringo entusiasta contribuirá echando algo de basura en aquel barrio cochino y sin pavimento, afán restaurativo del paisaje será su excusa. Las personas pobres, dueños de las ventanas, les convidarán té a sus ilustres visitas y les recitarán breves críticas escritas por museólogos ventanísticos, que les han pedido a los propietarios que se memoricen esas frases para demostrar que saben del patrimonio que muestran.

Con todo esto, me consuela saber que siempre habrán ventanas humildes de verdad. Cuadros nada ostentosos que enseñan pedazos de nuestra vida. Lo cotidiano que es quedarse prendido a una escena que quizás desconozcamos; que nos pertenece. Esas ventanas son para abrazar a alguien, aunque sea con la mente.

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