9.6.12

Inodoros


Cuando, en alguna conversación llena de licor, un grupo de empresarios acaudalados coincidieron en que el lugar más meditativo de la casa eran los baños y que no había nada más sincero que el acto de pujar una idea oyendo ese sonido de gota gorda rebotando, entonces se concluyó que los inodoros eran la pieza más sagrada que había creado el ser humano.

El tesón de estos negociantes hizo que rápidamente se cambiara los lugares de reunión para los temas importantes y se trasladase todo al baño. El fracaso del asunto fue rotundo porque nadie sabía como contener la risa ante un concierto de pedos ruidosos y exceso de cafeína. Aún así, tras un par de reuniones más y la resignación de los negociantes, los inodoros seguían siendo considerados por ellos como una pieza importante de la arquitectura sanitaria y eso debía demostrarse al mundo.

Fue así que el grupo de empresarios decidió divulgar sus ideas a través de campañas publicitarias incandescentes que argumentaban que los inodoros eran el objeto más noble de la casa, ya que siempre soporta cochinadas y nunca la devuelve, salvo si son muy grandes.  Y por eso fueron reconocidos en el arte moderno, decían.

Las personas estaban intrigadas, nadie sabía qué querían lograr propagando la idea de que los inodoros eran lugares santos de meditación. Sin embargo, el abono publicitario comenzó a surtir efecto y hacer crecer ideas en las mentes de las personas de a pie, que seguro estaban sentadas cuando comenzaron a darle vueltas al asunto de lo sagrado que es un water. Al poco tiempo se adquirió la costumbre, iniciada por las señoras de la casa, de colocar lilas y gardenias en los idonoros. En realidad cualquier tipo de flores. El aspecto estético de esta nueva creencia se iba cimentando así; no solo era un sitio para echar afuera lo sucio y meditar, también era un florero gigante y un lugar donde toda visita tenía que recoger una flor y llevársela. Señal de bendición y compartir.

Las casas más adineradas comenzaron a contratar artistas para hacer sus retretes. Reportajes indicaban que esta forma de arte tan exquisito se hacía cada vez más complejo. Algunos waters eran pequeñas esculturas tragacaca algo aparatosas, puntiagudas, rasposas, en resumen difíciles de montar, y se requerían bacenicas para ofrendarles uso. Con todo eso, eran venerados una vez al día como mínimo.

La humanidad acogió perfectamente la adoración a las letrinas; si bien los hábitos humanos regresaron a lo religioso las doctrinas no generaban mucha contienda. Salvo por pequeñas sectas que querían reinvindicar las duchas multiusos, algo que resultaba asqueroso para las personas normales que consideraban aberrante defecar en otro lugar que no sea su taza y más aún si está tan cerca. Cagan fuera del water, decían las clases bajas.

Sociólogos indican que esta creencia se originó por una crisis de fe, porque las personas necesitaban algo en qué creer sin arrepentimientos; además, era más fácil sentir que tus pecados hacen un remolino y tienes de tres a cinco segundos para decirles chau.

Aún conozco personas que usan sus baños como se hacía hace muchos años. Algunos de ellos solo decoran sus inodoros coronándolos modestamente con un libro. A veces los visito y les tiro una rosa en el water antes de irme. Solo para provocarlos. 

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