La tilde en mí,
su ausencia
se me clava en algún lado,
se escabulle en un presente que yo
marco
aquí
sin ninguna razón.
La tilde que marcó mi nombre, mi título; y que obliga a decorarlo con tácitos signos de interrogación, de admiración… ¡¿Qué no se puede?!
Soy este texto, y solo quiero ser leído por tus labios despegándose suavemente. Pronunciándome. Soy este texto, para ser leído en tus muslos. Soy un cuento, que tiene dificultades para andar, que ha dado sus primeros pasos despacio, con ambigüedad. Porque he nacido con una vida entrecortada de suspiros, de cansancio, después de mucho tiempo de infertilidad (hace cuánto no salen más cuentos); y solo quiero ir a recostarme a tu lado. Debería comenzar o llamarme así: Este es un cuento para ser leído en un regazo.
Y una vez desde ahí, erizadas las palabras, sensitivas, se tropezarían con cada pelillo de tu piel, que quiero que viaje conmigo, en esta lentitud de pequeños movimientos naturales que no necesitan ninguna razón de motor. Esas razones que nos prestamos, que quien te escribe fabrica para moverse y funcionar; y que ya no me sirven acá. Pronto, tú me verás quieto y contenido, como un cuento abandonado; y entenderás que quien escribe ha dejado sus razones de lado, porque no le funcionan. Y no sabrás la fuerza que tiene que usar para empujarse a sí mismo, para voltear hacia tu ombligo.
Yo, como texto, me haré más fuerte porque estaré funcionando con otra cosa, con algo que si no te contagio, está demás adivinar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario