23.12.13

Y es como tener un panal de abejas por corazón.

22.12.13

Lo que piensen los demás

Compré un libro. Fue durante una espera. Estaba parado en el lugar de encuentro, cerca a una librería, así que pensé en entrar y ver qué había. Meses antes, solía ver qué había acompañando a mis amigos lectores. Más que lectores, a mis amigos compradores de libros. Yo no soy de los que destinan parte de su presupuesto a la lectura. Leo poco, casi nada. He leído unos pocos libros. Los suficientes para aprender a florear, y a opinar, aunque no tantos para esto último. En realidad, me privo mis opiniones y dejo que todos suelten su regurgito de lecturas mal digeridas. Después haría eso. En la reunión, miraría las caras de mis dos compañeros de trabajo, aventando responsabilidades, requisitos, resultados. Ahora recorro los estantes, mirando al azar. Uno de los empleados de la librería me indica donde están los libros más baratos. Ahí están aquellos que debí haber leído en primaria, y otros esenciales que tampoco leí. Dura tarea, me sé muy bien los títulos. Saberse los títulos le quita la impresión de sorpresa. Una chica de buenas caderas comienza  a hablarle a otro empleado sobre la lectura. Pienso que podría intervenir, pero ¿qué podría decir? Me acerco disimuladamente y encuentro una novela de un músico que me gusta. Le pregunto ¿cuándo ese músico se volvió novelista? al empleado que estaba cerca a las caderas lectoras. Me responde que el año pasado. No tenía idea, fue una aparición muy discreta. Eso me gusta. Pero más me gusta la chica, y ni se ha inmutado cuando hablé en voz alta sobre el libro. Una señora está en caja pasando dos libros. La cajera le dice que si desea presenta su boleta y le envuelven los libros. ¿Es gratis? Yo había escogido el libro hace un rato, luego de que la caderona se  haya retirado. Era uno sobre el que me comentó un tipo extranjero una vez. Estábamos en un parque, me encuentro con una española e intento hablarle. Me duraron poco mis opiniones para entretenarla. La escuché, y poco a poco se le fue acabando el combustible a la conversación. No tenía más opiniones o no se me ocurría ninguna, tampoco tenía algo que añadir o algo de que hablar. Me pasa mucho. Entonces, llegó otro español que andaba por ahí. Se conocían y se pusieron a hablar y para mi suerte me incluyeron. A las finales terminé hablando con el español que de lengua larga me hablaba mucho; a lo mejor para saciarse de sus ganas de hablar. En algún momento le pregunté sobre libros y películas. Me parecían tan cultos, que creo que fue la pregunta apropiada. Además que así yo iba a parecer un tipo interesado en la cultura. Ella no contestó, al contrario se fue. De repente se dio cuenta del pelmazo que tenía delante. Qué puedo hacer, los peruanos no leemos, lo dicen las estadísticas, ¡no jodas! Perra española, grité. El grito no salió de mi mente, pero sonó muy fuerte ahí. Me quedé siendo aleccionado por el español, a quien no pude reflejarle la rica cultura que tenemos en cuanto a literatura y cine. Por rumores me dijeron que cine no hay mucho, y que libros sí hay y me acordé de un par de autores que me dejaron quedar como el tipo interesado en la literatura. Caminamos algo y ahí me dijo del libro que ahora tengo en las manos. Que me sorprendió encontrarlo después de años. Lo recordé y me dio alegría a pesar de que estaba caro. Y ya dije, yo no gasto en libros. Aunque tampoco era tanto como lo que se gastaban mis amigos compradores de libros. En la caja estaba detrás de una señora. Pateé de casualidad el paquete que ella había puesto en el suelo. Ella me mira y ve en mi cara la sonrisa alta del tipo que ha comprado un libro. No sé si esa sonrisa exista, pero yo la tenía. Estaba feliz con mi adquisición. Miraba a todos y me sentía parte del club. He gastado dinero en este pedazo de la literatura española que desconozco casi completamente. La señora se fue. Estaba tentado a hacerle bromas de lector a la cajera. Hubiera sido bien patético. La cajera me mira sonriente pero baja la mirada. Carajo, si me hubiera mirado un segundo le soltaba la frase que ya tenía preparada: así no más no tengo esta felicidad al encontrar un libro. Decidí no decirla por cobardía, pero luego lo recordaría y pensé que a lo mejor no era un libro muy rebuscado y me iba a tomar de imbécil. Qué ganas de pensar en lo que pensarían de mí. Callé. Pregunté otra vez sobre la envoltura de libros. Sí, me dijo, con tu ticket. En tanto la envolvían pensé en mi sobrina, en sus dos añitos que caían justo al día siguiente. La chica que envolvía me preguntó, para hombre o mujer. Para mí, contesté en mi mente. Me haré este regalo. Pero nada de eso salió de mi boca. Era una opinión muy arriesgada de sustentar, o no tenía tiempo. Aunque luego no tuviese nada qué hacer más que decirles a mis amigos de la reunión, tras 15 minutos, que los esperé por 40 minutos y solo tenía 10 minutos, porque tenía algo que hacer. No había nada que hacer la verdad, pero a veces soy muy resentido. Lo jodido es que tras 2 minutos, uno de los que llegó tarde, anunció que se iba, que solo vino a decir eso, que se tenía que ir de urgencia. Ni dio explicaciones. Estando en el estante de envolturas, esperando que me den a escoger un papel de regalo, pensé en que podría darle el regalo a mi sobrina. No me dieron a escoger nada, y me dieron el libro ya forrado. Al día siguiente en mi casa. Mi sobrina en vestidito muy mono estaba sentada alrededor de la familia. Le doy el libro forrado. Su madre lo saca y me mira: ¿qué es? Es un libro. Pero ella, tiene dos años. Es una lección, para que aprenda a hacer felices a las buenas personas, y a retribuir. Entonces, agarro el libro y me lo cojo. Lo abro, me hago el sorprendido. Beso a mi sobrinita y me voy emocionado. Hace tiempo no hacía algo tan pendejo y arriesgado, pienso. Por un momento se me cruza que ahora me está importando poco lo que piensen los demás. Qué bien, seguro pronto aprenderé a soltar mis opiniones.

8.12.13

Efervescencia de palabras. Estiro el cuello por si alguna quiere salir.
Son tres rocas rebotando en mi interior.
Y a ver si se me entiende un poco. De verdad son tres rocas, tres palabras duras de moldear, tres palabras gigantescas que hacen que me asome por los párpados un poco de saliva que no puedo tragar.

Tengo que chancar estas palabras, romperlas suavecito, como un niño chancando su juguete preferido contra el suelo. Mirarlas desbaratarse irremediablemente. Y pensar, no es lo mismo, este no es el resultado que quería. Eso es escribir para un torpe, aniñado, sentimental, añorante, hombre que pretende ser inteligente, y quiere hacer las cosas bien. Que no quieren que lo señalen, pero dentro de sí mismo, quiere que lo alaben.

¡Las huevas! La insatisfacción de no poder ensuciarme las manos con el polvo de la luna, me tiene deshecho. Soñar cuesta mucho. He vendido sueños a ajenos. Y la condena se toma tan a la ligera como a la tierra.

Entonces sigo caminando y sedimentan estas tres palabras dentro mío. Se agigantan, son tres lunas que no puedo escupir. Si hay alguna angustia, algún llanto, soy un tipo duro que sabe llevar tres palabras desconocidas, y sé que podré.

27.10.13

Utilizar las horas

Un día menos
espuma que se escurre del refregar de dientes
las palabras maldichas, malhechas, maltrechas
quedan como restos de comida
en un plato que no se va a lavar

Un día menos
asentado en el asiento del que quiere y quiere
la inconformidad, la incomodidad, la inconsistencia
acumular conejos en la espalda
y mágicamente morirse

Un día menos
pestañear el sabor de los recuerdos apenas luz
las mañanas displicentes, discordantes, distraídas
dejan un alboroto de vida
en los albores de mañana

19.10.13

Las verdades no se dicen, se hacen sentir.

Este es un espacio vacío

es tan triste como un globo/ en el rincón
arrugando su último aliento/ para que no se le escape

Esta es una sonrisa echada al azar

atolondrada y miedosa/ querendona y fugaz
podría devolvérmela, es la única que tengo/ diré si sigo así.

Esta es una última explicación

los sinsentidos se tiran encima mío, tanta mentira
las verdades son corazones, y hay que dejarlos latir dentro

30.5.13

Engullí las pastillas. Nunca antes había sabido tanto de medicamentos. Ahora, con dolencias encima, y con un par de nombres extraños en la cabeza, reposo en mis almohadas como un rey hastiado. Reconozco que han pasado ideas extrañas en mi cabeza todavía viva, y admito que esas ideas sufridas de héroe -el héroe que siempre anhelé ser- las he saboreado con fruición hasta darme cuenta de lo innecesarias que son. He hecho muy poco para lo mucho que sé que puedo hacer. De repente debería atosigarme de palabras, sentarme a escribir un libro de una vez, dibujar hasta apilar hojas bond de trazos, de colores, desgastar todas esas barritas de tinta, de crayolas, los lápices de grafito, despilfarrarlo todo hasta que me dé ganas de aventar una tempera contra la pared y decir: ya no me queda nada más. Llenar mi entorno de letras y trazos que al final es lo que sé hacer, y de tanto empecinarme en hacerlo, creo que he empezado a hacerlo bien. Y ahora, luego de ver un documental, una serie, un programa de televisión, el techo, y un par de recuerdos de una chica con la que me acosté y que podría haberme ocasionado esto, no sé por dónde empezar. Sé que debería escribir espontáneo, seguir dejando palabras en este camino de paralelas que voy sembrando, con la esperanza de no dejar tanto muerto; para eso de querer que algo esté vivo y que no lo esté, suficiente tengo con mi pene por ahora. He sido un dibujante de cómics muy flojo, que tenía muchas alternativas por mis inventivas -un mal dibujante por cierto- pero nadie miró mi trabajo. Siempre lo envié en secreto a diferentes lugares donde por alguna razón se rumoreaba de mí, pero nadie se atrevía a decirme ¿tú eres autor de esa palabrería con algunos dibujitos que me hizo crujir los huevos/hervir la vagina? y fue así que no gané nada, por no conocer a nadie, por ser un sujeto huraño que andaba por lo general muy solo incluso cuando estaba acompañado. Me gustaría volver a esa esquina donde dibujé en la pared, eso que ahora es un secreto cubierto de una lámina de  látex. Y carajo, si pelaran esas capas quebradizas -por tanto sol- y yo pudiera ver mi alma en ese dibujo, la vería descascarándose también. Lo peor es que tengo la seguridad que me curaré y este momento de epifanía, puede que sea un hito falso. Y la certeza de que todo lo demás no es tan falso.

6.5.13

Mi interior es
un planeta con
forma de bolero
y hay que jugarlo
a embocarle el tiempo

3.3.13

Nubes


La verdad es que a veces estoy en las nubes
desde aquí nubecinos hacen llover palabras
yo, en esta nube oscura, los quisiera seguir
alguien me saca la lengua, se le ve chiquitita
sus cachetes son los pétalos de una florecita
y yo, que me siento de mala suerte, no sé qué decir
las versos eléctricos de vez en cuando son descargas
pero regreso, y estoy de pie, mirando arriba mientras tú, la sonrisa la subes

24.2.13

La furia de no poder decir, me hace escribir des-pa-ci-to, cada palabra pop-corn que quisiera aventar al público. Quejarme que la vida es una mala película, que me están tocando aventuras muy impropias para un personaje que puede dar más. La furia no tener a quién decir, ni qué decir, me hace sentir un crujir de huesos. Quiero agarrar mis cenizas y garabatear todo con las yemas de los dedos, pero raramente todo sale despacito, y solo puedo dibujar y escribir sinsentidos, es como si tuviera que seleccionar entre tanta cosa destruida en mi interior una palabra o un trazo que parezca entero, para sacarlo de mí y colocarlo en una estructura que se derrumbará y que yo veré caer, y me dolerá esa inconsistencia. Si no puedo jugar ni con mis palabras, y un escupitajo en el suelo perdura más, quizás ni me debería quejar.