8.12.13

Efervescencia de palabras. Estiro el cuello por si alguna quiere salir.
Son tres rocas rebotando en mi interior.
Y a ver si se me entiende un poco. De verdad son tres rocas, tres palabras duras de moldear, tres palabras gigantescas que hacen que me asome por los párpados un poco de saliva que no puedo tragar.

Tengo que chancar estas palabras, romperlas suavecito, como un niño chancando su juguete preferido contra el suelo. Mirarlas desbaratarse irremediablemente. Y pensar, no es lo mismo, este no es el resultado que quería. Eso es escribir para un torpe, aniñado, sentimental, añorante, hombre que pretende ser inteligente, y quiere hacer las cosas bien. Que no quieren que lo señalen, pero dentro de sí mismo, quiere que lo alaben.

¡Las huevas! La insatisfacción de no poder ensuciarme las manos con el polvo de la luna, me tiene deshecho. Soñar cuesta mucho. He vendido sueños a ajenos. Y la condena se toma tan a la ligera como a la tierra.

Entonces sigo caminando y sedimentan estas tres palabras dentro mío. Se agigantan, son tres lunas que no puedo escupir. Si hay alguna angustia, algún llanto, soy un tipo duro que sabe llevar tres palabras desconocidas, y sé que podré.

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