10.9.12

Ludo

Mañana me asearé y bajaré a proponerles un juego de mesa a mi hermana y a su amiga. Si es posible a mi madre, a mi hermano, y a quien sea que quiera sumarse. Recuerdo cuando años atrás jugaba ludo con mis tíos. Era un niño contento. Ellos eran muy buenos con los dados. Tenían unas cábalas extrañas y chistosas. La pasábamos bien. El monopolio era otro gran juego. O cualquier juego de cartas, que hay muchos. En suma, cualquier cosa que nos reúna a más de 4 entorno a una mesa a conversar y pasar el rato jugando. En esos tiempos los minutos se volvían bocaditos que agarrábamos a puñados y tragábamos sin empacharnos, nunca .

Esa nostalgia por jugar ese tipo de juegos me tiene emocionado. Siendo franco, comenzó porque se me ocurrió que era una buena forma de mirar de cerca a la amiga de mi hermana y estar buen rato juntos, y hacerle gestos a esos ojos juguetones que tiene. Para mi mala suerte, cuando ella estaba de visita coincidentemente yo tenía que salir. Bajaba apurado, enchaquetado y perfumado; mi disfraz de tipo malo le atraía, me daba cuenta. Aunque soy un tipo bueno dentro de todo y seguro ella lo sabe. Creo que se me nota. Sino puedo decirle que mi madre siempre decía que soy un chico noble, eso antes me avergonzaba pero es buena publicidad. Aunque, si tengo que seguir siendo sincero, solo me atrae de ella unas intensas ganas de bañarla como gato. Lo jodido es que, por hacerme -o quizás, ser de verdad- el independiente, el llanero solitario, o como diría Luchito Hernández, el Billy the kid que va herido por la espalda, seguro que ella me aborrecerá. Es que parece de esas chicas que gustan de los tipos domables. De hecho, su novio debe ser así. También puedo ser dócil. Claro que sí.  Me provoca decirle que soy una plastilina, que me acomodaré a ella y  a sus tetas de la forma que a ella le apetezca. O podría decirle con mucha modestia que tengo algunas habilidades y que con eso la podríamos pasar bien, y que seré un tipo un poco flojo pero de que soy talentoso eso hasta yo lo sé. Y que no soy celoso, su novio me tiene sin cuidado.

Probablemente, luego de hacer gala de mi retorcido sentido del humor, así lo rebaje para no atosigarla, ya me habrá descartado catalogándome como un pelmazo que se quiere hacer el tipo lindo y listo. Me divierte imaginar todas estas cosas. Realmente siempre he bajado apurado, la he saludado y he salido sin decir más. No la he tratado, pero no tengo inconvenientes en hacerlo, creo. Luego de jugar mucho rato con mis pensamientos sobre ella, las únicas ganas sinceras que me quedan son las del juego de mesa. Y no es que desista de esa chica, sino que por política de la casa, siempre sigo mis instintos más nobles  y honestos, y trato de jugar con esas ganas, malearlas, y darles la forma que me provoque. En este caso, parecerá cinismo, pero el juego de mesa no es para conocerla e invitarle a que chupe conmigo y chupe de mí, sino por el sencillo hecho de jugar. Lo otro sería una añadidura excelente, pero qué importa si no sucede.

Y lo digo en serio, no me importa si no sucede. Jugar es tan delicioso que incluso creo que está muy por encima de mis deseos carnales. Qué jodido. Recuerdo las veces que jugaba a leer cuentos estando desnudos con una amiga. Eso debería ser un deporte, porque entonar calato y ser un poco histriónico con el chico columpiándose alegremente entre los muslos requiere gallardía y estilo para no parecer un idiota en pelotas que provoque risa, como ahora mismo me imagino. Ese juego demoraba mucho nuestros encuentros. Capaz he perdido un poco eso de jugar con emoción, aunque nunca he sido muy emocionado, las ganas me quedan. Por eso me extraña que me emocione un poco pensar que mañana puedo estar jugando ludo como cuando era niño. Porque hace años que no juego ludo. Mis amigos prefieren el poker, el billar, el futbol, chupar sin sentido y otras cosas que me gustan, pero pienso que los juegos deben variar, deben refrescarse, no es bueno ver siempre las mismas reglas en la vida.

Me he puesto a buscar a la 1 de la madrugada algún tablero de ludo. Si no encuentro, le pediré el monopolio a mi hermano, o sus cartas, o lo que encuentre. Mañana cuando llegue la amiga de mi hermana, bajaré, me haré el divertido, haré un par de comentarios, luego les diré que me provoca jugar ludo, o cartas, o lo que sea que haya encontrado, y les propondré jugar. Me siento muy positivo al respecto. Me veo resignado a oír su conversación de chicas que no quieren jugar ni un carajo. Me veo aburrido y sintiéndome un tipo detestable que intenta forzar situaciones. Y es que mi positivismo son dos negativos cruzados, mi negatividad apareándose. Entonces, jugaré solitariamente a que actúo como un imbécil que está interesado en temas de chicas. Espero que ella entienda la parodia, me considere un gran actor, le den ganas de mí y me deje morderle el culo; o mejor aún, leerle este cuentito con nuestra ropa apareándose en el suelo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario